Enemigos de muchas clases y en gran número
atacan al cuerpo; entre los más peligrosos se encuentran miles de
microorganismos, como protozoos, bacterias y virus. Sin embargo, también hay
enemigos en el interior del cuerpo donde pueden aparecer células anormales de
forma irregular pero continua; si se les permite sobrevivir, se reproducirán
para originar tumores. En este y los siguientes post se ofrece un breve resumen
sobre el sistema que proporciona defensas frente a estos enemigos, tanto
internos como externos, el sistema inmunitario.
Organización del sistema inmune
Los mecanismos de defensa pueden clasificarse
en dos categorías principales de mecanismos inmunitarios: la inmunidad inespecífica y la inmunidad específica.
La inmunidad inespecífica incluye mecanismos
que resisten a una serie de agentes amenazantes. El término inespecífica
significa que estos mecanismos inmunitarios no actúan solo sobre uno o dos
invasores concretos, sino que ofrecen una defensa más generalizada, actuando
simplemente contra todo lo que reconozca como ajeno. Por el contrario, la
inmunidad específica consiste en mecanismos que reconocen agentes amenazantes
específicos y dirigen su acción contra estos agente y sólo contra ellos.
Los mecanismos de la inmunidad específica
suelen tardar un cierto tiempo en reconocer sus objetivos y reaccionar con
fuerza suficiente para superar la amenaza, al menos en su primera exposición a
un tipo concreto de agente amenazante. Los mecanismos inespecíficos tienen la
ventaja de poder reconocer a un enemigo tan pronto como se presenta.
El trabajo del sistema inmunitario está
realizado por células o sustancias producidas por células. Los principales
tipos de células que participan en la inmunidad inespecífica son los neutrófilos, los monocitos, los macrófagos
y las llamadas células asesinas (natural killer, NK). Los principales
tipos de células que participan en la inmunidad específica son dos clases de
linfocitos, llamados linfocitos T y linfocitos B.
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